domingo, 17 de mayo de 2009

"Dios creó un equipo perfecto a los demás los llenó de extranjeros"

Escondidos en los bosques de la mediocridad durante décadas renacieron aquellos hombres llamados “leones” durante más de cien años por su coraje y gallardía, herederos de la sangre y el sudor derramado por héroes mitológicos como: Pichichi, Zarra o los valientes de la final de la UEFA del 77 en Turín.

Aquel escudo compuesto por las aspas de San Andrés y los lobos negros del escudo de armas de los Señores de Vizcaya volvía a la élite del fútbol, la gran oportunidad para dejar atrás los fantasmas del pasado y reencontrarse con la gloria se posaba expectante ante sus ojos.

El camino fue largo: se derrotó a dragones, se tomaron fortalezas y los más poderosos se arrodillaron ante ellos, se dejaron atrás las batallas de provincia y las catapultas de medio pelo, el Coliseo esperaba a los “leones” y detrás de sus piedras la llave para pasar a la historia. 55000 ojos hambrientos de la garra y el honor difícil de encontrar en estos tiempos esperaban a los hombres de Joaquín Caparros, un Bonaparte nacido en la localidad Sevillana de Utrera, al que nadie creyó cuando afirmó con rotundidad su absoluta confianza en aquellos veintidós hombres olvidados por muchos y menospreciados por todos.

Once fueron finalmente los elegidos para compartir el monte Olimpo con Zeus y Poseidón aquella noche de mayo del 2009: Iraizoz, Iraola, Ocio, Amorebieta, Koikili, Yeste, Javi Martínez, David López, Toquero y Llorente, todos ellos llevados por el criterio y la experiencia del capitán Orbaiz. Ante ellos gigantes de veinte metros y criaturas entrenadas desde su niñez para buscar la victoria sin hacer prisioneros, en definitiva, el mejor ejército de la tierra. Un viejo conocido con el que los vascos se enfrentaban 25 años después.

La batalla comenzó con un caballo de Troya en campo enemigo. El Athletic adelantó sus filas, el gran Barcelona de Pep Guardiola admirado y temido por rivales de todos los rincones de la tierra se escondía en el rectángulo del área como un conejo en el bosque de Sherwood defendiéndose de los arietes y las flechas de fuego con los que atacaban los valientes guerreros vizcaínos, soldados que entre cánticos y tambores de guerra creyeron en si mismos, jugando sin complejos ante aquel coloso. Fruto de esa confianza y ambición nació el primer gol, un tanto logrado por un Gaizka Toquero que saltó por encima de la muralla enemiga como sólo saben hacer los que no conocen el miedo y logró con un esperanzador cabezazo levantar de la butaca al más cojo y hacer olvidar sus penas a miles de personas sin rumbo, una diana con la que David momentáneamente se imponía a Goliath, 55 minutos en los que 11 mortales nacidos en la Ría de Bilbao jugaron con los Dioses.

El sueño terminó para el Athletic cuando el conjunto rival creado a base de asesinos a sueldo, venidos desde Costa Marfil hasta Argentina pasando por Bielorrusia y Camerún sacaron los carros de combate, los aviones bombarderos y los submarinos soviéticos, armas ante las cuales el valor y la entrega de los vascos no fue suficiente. La impotencia y las lágrimas se apoderaron de los “leones” de San Mames,  Joseba Etxeberria protagonista de Eurocopas y Mundiales lloraba en la banda del estadio de la Ciudad del Turía, el guipuzcoano era consciente de que esta era su última oportunidad para volver a ver a su Athletic en lo más alto. Finalmente el trofeo fue para el Barça, pero la entrega y el coraje de esta nueva generación tardará muchos años en ser olvidada.

1 comentario:

Albertigues dijo...

Pues maravillosa forma de narrar la historia, eso si has tardado mucho en escribir aver si escribes más a menudo.

Eso si lo del equipo perfecto los demas con extranjeros... a mi personalmente la filosofia de solo tener gente Vasca no me agrada pero cada uno con lo que vea, si al menos esa filosofia fichara solo a gente de toda españa....

Saludos.